Es muy posible que la reencarnación sea una de las creencias más antiguas del mundo. Algunos arqueólogos creen que esta fue la razón por la cual en la Edad de Piedra (10.000 a 5.000 años a. de C.) se enterraran los cuerpos en posición fetal, para facilitar así el renacimiento.
La idea de la reencarnación es aceptada en los países orientales por más de 400 millones de personas. Actualmente, en Occidente, no se alcanza esta cifra, pero no hay que olvidar que esta creencia estuvo ampliamente extendida en diversas formas por Europa en sus antiguas culturas, tanto en sus pueblos primitivos como entre los más avanzados, como los de Grecia y Roma.
Un investigador en este campo de estudio es Ian Stevenson quien desde hace más de 30 años se dedica al estudio minucioso de los supuestos casos de reencarnación en aquellos niños pequeños que recuerdan una vida anterior. Stevenson es médico psiquiatra, canadiense, y ha desarrollado su labor en el Departamento de Salud Mental de la Universidad de Virginia, en EEUU. En la actualidad lleva estudiados junto con su equipo de colaboradores más de 2500 casos de posible reencarnación en distintos lugares del mundo. Desde 1960 al presente ha publicado más de 20 libros y diversos artículos en revistas especializadas de Psicología y Psiquiatría.
Comentaremos cuales son las características comunes en estos casos de niños que recuerdan una vida anterior.
La historia de estos casos que hacen pensar en la reencarnación sigue un patrón similar. Un niño de 2 a 4 años de edad empieza a hablar a sus padres o hermanos de una vida que tuvo en otro lugar y en otro tiempo. El niño suele sentir una atracción muy fuerte hacia los hechos de esa vida y con frecuencia insiste ante sus padres para que lo dejen volver a la comunidad en la que afirma haber vivido anteriormente.
Al hacer el niño reiteradas afirmaciones concretas sobre la vida anterior, los padres, que generalmente son reticentes, empiezan a investigar su veracidad. En la mayoría de los casos no se intenta esta comprobación sino hasta varios años después y ante la repetida insistencia del niño. Ello se debe también ante la posibilidad de poder contar con mayores detalles de su vida anterior ya que el niño maneja el lenguaje con mayor amplitud. Entonces la familia suele visitar a la otra familia a la cual el pequeño dice que perteneció y allí se le pregunta si reconoce lugares, objetos y personas de su supuesta existencia pasada.
La edad más temprana de la que se tiene registro es de 1 año y 5 meses; la edad de comienzo más tardía es de 4 años y 5 meses. Estas declaraciones pueden ser tales como: “Tú no eres mi madre” o “Tú no eres mi padre” o “Mis padres viven muy lejos de aquí” acompañando estos comentarios con la descripción de lugares, nombres, personas, etc., con extremada precisión. Otro tipo de declaración puede ser la que en cierta oportunidad expresó un niño refiriéndose a un determinado hecho: “¡Eso me pasó cuando yo era mayor!”, continuando con la manifestación de datos concretos acerca de esa experiencia vivida.
Este comportamiento tan particular continúa en la mayoría de los niños hasta los 5 o 7 años de edad, aunque hay registros de casos en los cuales continúa hasta los 16 años.
Ian Stevenson en su libro Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación, escrito en el año 1966 y reeditado en el año 1974 con nueva información sobre los casos estudiados, realiza un análisis de varios fenómenos de posibles recuerdos de vidas pasadas registrados en distintos países del mundo.
Un tema de importancia en estos casos es la validez de la información que se obtiene, la confianza que uno puede tener en estos datos. En muchas ocasiones Stevenson tuvo la oportunidad de estar presente en ese momento en que se producen los reconocimientos y, lo que más lo ha impactado, es la fuerte carga emocional de esos encuentros o reencuentros, la emoción que siente el niño al abrazar a su madre, a sus hermanos y demás familiares de su vida anterior.
Este grupo de investigadores elabora una serie de posibles explicaciones a este fenómeno. Elaboran diversas hipótesis, que puedan dar cuenta de estas vivencias, que portan todas ellas esquemas nodales similares. A medida que las elaboran van descartando aquellas que no son tan lógicas y aquellas que no pueden responder a la complejidad de este fenómeno. Se analizan hipótesis posibles como las de fraude, criptomnesia (recordar información recibida en algún momento, olvidando que se la obtuvo), memoria genética, etc.
Lo singular y característico de este fenómeno es que estos niños hablan de sus vidas pasadas de vez en cuando y en cualquier lugar, sin interrumpir sus juegos ni sus tareas. En cierto momento surge algo que les recuerda un acontecimiento de la vida anterior, hacen un breve comentario sobre ella y luego el recuerdo desaparece. Los padres no advierten nada extraño en la conducta del niño, ni en ese momento ni en ningún otro, nada que les resulte extraño más que estos relatos. En muchas ocasiones se ha notado una tendencia a cierta precocidad y seriedad de carácter en estos niños, pero nada que pueda considerarse psicopatológico, algo que se encuentre fuera del ámbito de la salud mental.
Estos niños tienen muy en claro que en un pasado fueron “tal” persona y que ahora son otra persona, o se llaman de tal manera, diferente a como antes se llamaban. Tienen una sensación de “continuidad” entre la personalidad actual y la anterior, sensación que se parece mucho a la que tenemos cada uno de nosotros entre cómo somos hoy y cómo éramos cuando teníamos pocos años de edad, es decir, sienten que siguen siendo ellos mismos.
Cuando se le pregunta a Ian Stevenson, en una entrevista realizada hace unos años atrás, qué lo ha motivado a estudiar en este campo, qué lo ha llevado a dedicarse durante décadas de su vida a investigar este tipo de fenómenos, contesta que siempre se ha interesado en el estudio de la personalidad humana y que las diversas teorías acerca de la personalidad nunca llegaban a dejarlo satisfecho; por ello afirma que no sólo recurre a las teorías genéticas y a las medio ambientales para entender las singularidades y anormalidades de la personalidad humana como todo psiquiatra y todo psicólogo hace, sino que considera a la reencarnación como una tercera posibilidad, que ofrece una explicación mejor para ciertas conductas “extrañas” que ocurren en los primeros años de vida y que a menudo persisten a lo largo de la vida. Y afirma lo siguiente:
“…no estamos obligados a creer que todo caso que hace pensar en la reencarnación tenga que explicarse como un ejemplo de ella. Lo que nos planteamos es si hay algunos casos (o por lo menos un caso) en el que no haya ninguna explicación que parezca mejor que la reencarnación para justificar todos sus datos.”
Y en numerosos casos no encuentra una explicación más ajustada que la de la existencia de la reencarnación.
Diversas encuestas realizadas en varios países de Occidente manifiestan que la creencia acerca de la existencia de la reencarnación va en aumento. Parecería que aquello que obedece a una ley natural no puede mantenerse oculto por mucho tiempo.
Hoy la ciencia, una vez más, al estudiar la naturaleza humana, se encuentra con ciertos fenómenos que tienen que ver con el alma, con un ser que trasciende al cuerpo y se ve obligada a ampliar su campo de estudio para poder acercarse a aquello que siempre busca, la verdad.
Bibliografía:
- Christie Murray, David : “Reencarnación¨, Editorial América Ibérica, 1994.
- Stevenson Ian: “Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación¨, University Press of Virginia; Charlottesville; 1988
La Licenciada Claudia Sirito reside en Buenos Aires, Argentina.
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