Introducción
Clarita (siete años y medio), es la hija mayor de una psicóloga que ha hecho algunas regresiones como paciente conmigo.
Durante su trabajo terapéutico, la mamá de Clarita me habló de los miedos nocturnos de la niña. La niña no quería dormir sola en su cuarto; requería la presencia de alguno de sus padres, necesitaba que la luz del velador permaneciera encendida y se angustiaba mucho si la dejaban sola o si comprobaba que luego de dormirse sus padres se retiraban. Clarita lloraba mucho y todo esto era una situación difícil de manejar para sus padres ya que hacía un año había nacido el segundo hijo de la pareja y dormir por las noches se había convertido en algo muy conflictivo. La mamá de Clarita pensaba que la niña estaba haciendo caprichos intentando así manipular a sus papás para lograr que éstos le prestaran más atención.
Yo le pregunté a la mamá qué era lo que veía en el rostro de la niña cuando ésta lloraba de ese modo y, entonces, la mamá me dijo: “miedo”, al tiempo que ella misma parecía estar dándose cuenta de lo que había dicho.
Le expliqué a la mamá de Clarita que tal vez no se tratara de caprichos ni de manipulación, sino que a veces hay energías que influencian a las personas y a los niños y que tal vez ella podría hablar con la niña sobre esto y preguntarle qué era lo que le pasaba en esos momentos. Le sugerí a la mamá que, si Clarita aceptaba, yo podría ver a la niña un par de veces para hablar con ella acerca de este problema.
Al cabo de algunas sesiones la mamá de Clarita me dijo que había hablado con su hija y que ésta le había contado que tenía mucho miedo porque por las noches se le aparecía una sombra que no la dejaba dormir y que aceptaba venir a las entrevistas conmigo.
Fue así que, finalmente, Clarita vino a la consulta.
Trabajo terapéutico
Durante la primera entrevista, Clarita se mostró desenvuelta, atenta y conversadora. Me contó cosas del colegio, de sus amigas y de sus actividades. Había traído dos juegos de mesa con los cuales jugamos y me ganó en ambos juegos. Entonces le dije que su mamá me había contado acerca de su miedo al irse a dormir por la noche y, con total naturalidad, me dijo:
Clarita.: Sí, cuando voy a mi pieza y me voy a dormir está la sombra. Es una cara que me mira y no me deja dormir; me da mucho miedo.
Terapeuta: ¿Sabés una cosa? A veces hay energías que están perdidas, no saben a dónde ir y nos dan miedo, porque nosotros tampoco sabemos por qué ellas están allí. ¿Estarías dispuesta a jugar ahora como si estuvieras allí, cuando está la sombra, y vos le pudieras hablar y explicar esto?
C: Sí -asintiendo naturalmente.
T: Decile a la sombra que éste es tu cuarto y tu lugar para dormir y que, cuando vos la ves a ella, te da miedo y no te deja dormir o estar tranquila, y que tal vez ella está allí porque no tiene adónde ir y no sabe que existe un lugar mejor a donde van todas las energías cuando están perdidas.
(Clarita me miraba y me escuchaba con atención mientras yo le hablaba. Luego dirigió su mirada hacia el lado derecho como fijándola en algo o alguien. Parecía estar transmitiendo mentalmente lo que yo le había dicho). Tras unos pocos segundos me miró y me dijo:
C.: Ya está.
T: Preguntale si no sabe que hay un lugar de Luz al cual pueden ir las energías que se encuentran perdidas.
C.: Ya está.
T: Decile que si ella lo desea le podemos ayudar a ver, a encontrar ese lugar de Luz. Tal vez pueda lograrlo mirando hacia el cielo…
C.: Ya está, ya se fue.
T: ¿Estás segura?
C: Sí, ya se fue. Ya está.
(La mirada de Clarita era segura, firme, natural y relajada).
Este diálogo duró aproximadamente quince minutos. A continuación, le sugerí a Clarita que hiciera un dibujo sobre todo esto y aceptó con gusto.
Hizo un primer dibujo sobre “Ir a la cama”, en el cual están ella y la sombra en tal situación.
Luego le pregunté si deseaba hacer otro dibujo sobre lo que ella quisiera y se dibujó a sí misma, titulándolo “Clarita”.
Así terminamos el trabajo de ese primer encuentro, invitándola a venir a una segunda entrevista para conversar un poco más.
Una semana después, en el segundo encuentro, Clarita me contó que estaba muy bien, que no había vuelto a ver a la sombra y que tampoco había vuelto a sentir ese miedo por las noches. Luego jugamos nuevamente y, esa vez, empatamos en uno de los juegos.
Como cierre de nuestro trabajo le sugerí a Clarita que hiciera un dibujo de lo que ella deseara.
Clarita dibujó su cuarto, la cama, un mueble y, en la parte superior del dibujo, muchas luces de colores que según ella era el lugar al cual se había ido la sombra. Clarita tituló a este dibujo “Mi pieza”.
Al despedirnos, su mirada era segura, confiada y se la veía contenta.
Posteriormente hice una sesión con su mamá quien me contó que la situación de miedo nocturno de Clarita no había vuelto a suceder.
Yo aún seguía sorprendida por la naturalidad y sencillez con la que habíamos trabajado, dada la actitud abierta y confiada de la niña.
Al momento de escribir este artículo, los miedos nocturnos de Clarita no han vuelto a aparecer.
Conclusión
La formación y capacitación en TVP junto al Dr. José Luis Cabouli y equipo, me permitió ver esta situación del miedo nocturno de Clarita desde un lugar diferente desde el que lo hubiera hecho tiempo atrás. No me quedé con la interpretación de la situación -celos, deseo de llamar la atención, etc.-, sino que pude intuir una posible interferencia de alguna energía intrusa o alma perdida.
La reacción de la mamá de Clarita al preguntarle qué era lo que veía en el rostro de la niña, me animó a confiar en la presunción que yo tenía.
Como se trataba de mi primer acercamiento a un niño desde este enfoque terapéutico, yo tenía dudas y temores acerca de cómo manejarme y de cuál podría ser la respuesta de la niña.
La naturalidad con la que Clarita se manejó en el tema espiritual y la facilidad con la que resolvió la situación me sorprendieron de tal forma, que al principio pensé que el trabajo terapéutico no sería eficaz.
Recién en el segundo encuentro con la niña, a partir de su afirmación y de sus dibujos, y con la posterior sesión con la mamá, fue que me sentí más esperanzada.
La confirmación se produjo en los meses siguientes en los sucesivos encuentros que tuve con la mamá de Clarita.
Fue entonces que recordé lo que había leído en el libro Terapia de la Posesión Espiritual del Dr. José Luis Cabouli y que transcribo a continuación.
“…a los niños les resulta muy fácil y natural trabajar con almas perdidas. Después de todo, muchos niños ven cosas que los adultos no podemos ver. Para ellos, la realidad espiritual es algo natural y accesible y se sorprenden mucho cuando un adulto les dice que no pueden ver lo que ellos ven.
¿Cuántas veces los niños expresan su temor a la oscuridad y los adultos minimizamos su temor y no nos damos cuenta de la pesadilla que quizás están viviendo? ¿Cuántas veces afirman tener amigos invisibles o presencias que los molestan? Pienso que estas experiencias pueden ayudarnos a confiar en las verdades de los niños y a tomar conciencia de la necesidad de cuidar la integridad de su campo vibratorio protector. Recuerden que la mayoría de las almas perdidas se adhieren en la infancia por descuido, trauma o simplemente por desconocimiento.” (Cap 4, pag. 170)
Es necesario confiar en la facilidad y naturalidad con la que se manejan los niños en los asuntos del mundo espiritual; hay que creer en sus verdades y no minimizar su temor y su padecimiento, dejándolos sujetos tan sólo a interpretaciones.
Desde este lugar deseo compartir esta experiencia con todos ustedes con la intención de alentar a aquéllos que sean testigos de situaciones similares a confiar e intervenir de esta manera. Muchas Gracias.
Autor: Lic. Julia Margarita Boreni, Buenos Aires. Junio 2011
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