Marcela (45 años), vino a la consulta con el propósito de trabajar su fobia a los perros. Hacía ya varios años que sus dos hijos, de doce y diez años, le reclamaban que querían un perro como mascota, pero Marcela les tenía mucho temor a los perros al punto de no poder caminar sola por su barrio en el cual abundaban muchos canes sueltos. Marcela deseaba liberarse de ese miedo tan molesto que la llevaba a tomar actitudes casi cómicas cuando se topaba con algún perro, sin importar su tamaño ni las circunstancias.
Marcela era la menor de dos hermanas; su hermana mayor le llevaba nueve años de diferencia y sus padres habían fallecido hacía ya varios años. Consultada sobre experiencias traumáticas con perros en su infancia o en la adolescencia, dijo no recordar ninguna en especial.
Comenzamos la terapia con Marcela induciéndola a reconocer los síntomas y a recrearlos. A continuación la guié hasta entrar en la experiencia original en estado de regresión.
Marcela revive entonces una experiencia en la que ella es un niño varón de cinco años que está jugando solo en el patio de su casa. Su mamá se encuentra dentro de la casa. En el patio hay una escalera que conduce a una terraza y, debajo de la escalera, está la perra del niño con sus crías. Al niño le atraen los cachorros y decide ir a jugar con ellos. El niño se agacha para meterse en la cucha (casilla) y, entonces, la perra se le abalanza al cuello provocándole una herida de la que brota mucha sangre.
Ante los gritos del niño, su mamá acude desesperada y lo lleva prestamente al hospital en el que finalmente muere mientras los doctores lo están asistiendo.
Marcela me relata entonces cómo sale de su cuerpo de niño y cómo ve a sus padres llorando desesperados y a los médicos retirándole cables, caños y agujas.
A continuación, Marcela –hablando en género masculino- relata que un ángel viene a buscarlo y que le dice que lo ha hecho muy bien y que lo acompañará hasta la luz. El niño le pide al ángel que antes de partir le deje ver a su hermana porque ella debe de estar sufriendo.
Preguntado sobre su hermana, el niño (Marcela) dice que su hermana se llama Betty, que es más grande que él y que está en el colegio.
Luego, el niño relata cómo la ve a Betty llorando en su habitación mirando la foto de él y que él quiere acariciarla, pero que no puede tocarla. El ángel le dice que ya es tiempo de ir a la Luz y entonces se van, pero él le dice al ángel que está muy triste porque no quiere dejar sola a su hermana.
Prosiguiendo con su trabajo terapéutico, Marcela señala que el momento más traumático de esta experiencia fue el ataque de la perra. Sus reacciones físicas en ese momento son tratar de atajarse del ataque y gritar para llamar a su mamá. Sus reacciones emocionales, en ese momento, son el miedo convertido en pánico al ver la sangre cubriéndole el cuerpo y sus reacciones mentales son sorpresa y desesperación. Marcela gritaba: ¡quiero a mi mamá!
Demás está decir de qué manera esta experiencia la afectaba en su vida actual como Marcela.
Otro momento traumático es tener que dejar sola a su hermana. Su reacción emocional es una inmensa tristeza y su reacción mental es “no quiero dejarla sola”.
Hasta aquí, podríamos decir que este fue un trabajo normal dentro de los alcances de la TVP. Yo me quedé muy satisfecho con el trabajo realizado sin imaginar que lo más increíble y sorprendente todavía estaba por suceder.
Resulta que cuando Marcela le relató a su hermana mayor, Beatriz, lo que pudo ver durante el trabajo terapéutico, ésta se desmayó y, cuando volvió en sí, Beatriz le pidió a Marcela mis datos de contacto porque necesitaba hablar conmigo en forma urgente.
Beatriz llegó a la entrevista conmigo unos minutos antes del horario pactado y, entonces, comenzó a relatarme algo increíble. Beatriz me contó que ella era la hermana mayor de Marcela y que cuando ella, Beatriz, tenía ocho años, su hermano menor de cinco años, que se llamaba Víctor, fue mordido por su perra cuando éste quiso sacarle un cachorrito. El hecho ocurrió debajo de la escalera que llevaba a la terraza de la casa y, como consecuencia de la mordida que le perforó una arteria del cuello, su hermano falleció en el hospital mientras lo atendían. Este hecho fue tan doloroso para toda la familia, que nunca más se habló de ese hermano fallecido.
Al mes de ese terrible episodio, la mamá de Beatriz se dio cuenta de que estaba embarazada de Marcela. Al principio, este fue otro impacto terrible para toda la familia, pero con el correr de los meses de embarazo una inmensa felicidad comenzó a invadir a la familia y todos, sin excepción, sintieron que el vacío dejado por Víctor estaba siendo ocupado por Marcela.
Beatriz me relató también que, durante los años de infancia de Marcela, ésta tenía actitudes extrañas como, por ejemplo, colocar un juego más de cubiertos en la mesa para “su hermanito”, lo cual provocaba mucho desconcierto en la familia dado que sus padres le pidieron a Beatriz que jamás le contara a su hermana este hecho doloroso. Beatriz me juró que nunca se había hablado de la existencia de ese hermano y mucho menos sobre las circunstancias de su muerte, lo cual se entiende ya que se trata de un típico caso de un secreto familiar celosamente guardado.
Por otra parte, los padres de Beatriz eran inmigrantes rusos que apenas hablaban el castellano y no tenían familia en la Argentina, lo cual hacía más remota la posibilidad de que Marcela supiera lo ocurrido por boca de algún tercero. Más aún; luego de aquel desgraciado suceso la familia se mudó a otra casa porque no soportaban ver el patio que les recordaba lo ocurrido. De modo que Marcela ni siquiera conoció la casa donde había sucedido el hecho.
Actualmente, Beatriz adora a Marcela y ambas se llevan muy bien y son muy unidas.
La experiencia de Marcela me llevó a mí mismo a la conclusión de que se trata de un caso de reencarnación inmediata dentro del mismo grupo familiar, algo que yo ni me imaginaba que pudiera suceder pero que evidentemente abre un abanico de posibilidades para investigar y conjeturar sobre la vida y la muerte. Es interesante señalar que Marcela, al dejar su cuerpo como niño, no quería dejar sola a su hermana a pesar de la insistencia del ángel para que regresara a la Luz. Tal vez, este deseo de acompañar a su hermana fue lo que la hizo regresar o reencarnar en forma inmediata.
Como terapeuta y como corolario de esta historia puedo decir que Marcela superó su miedo a los perros y, aunque no se acerca mucho a la mascota de sus hijos, hoy está feliz porque sus hijos pueden disfrutar de su pequeño Caniche Toy.
Escrito por: Leopoldo Lage, Merlo, San Luis. Argentina
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